Comentario
CAPÍTULO IX
De la opinión que tuvo Aristóteles cerca del Nuevo Mundo, y qué es lo que le engañó para negarle
Hubo además de las dichas, otra razón también, por la cual se movieron los antiguos a creer que era imposible pasar los hombres de allá a este Nuevo Mundo, y fue decir que allende de la inmensidad del Océano, era el calor de la región que llaman Tórrida o Quemada, tan excesivo, que no consentía ni por mar ni por tierra, pasar los hombres, por atrevidos que fuesen, del un polo al otro polo; porque aun aquellos filósofos que afirmaron ser la tierra redonda, como en efecto lo es, y haber hacia ambos polos del mundo, tierra habitable, con todo eso negaron que pudiese habitarse del linaje humano la región que cae en medio y se comprende entre los dos trópicos, que es la mayor de las cinco zonas o regiones en que los cosmógrafos y astrólogos parten el mundo. La razón que daban, de ser esta Zona Tórrida, inhabitable, era el ardor del sol, que siempre anda encima tan cercano y abrasa toda aquella región, y por el consiguiente, la hace falta de aguas y pastos. De esta opinión fue Aristóteles, que aunque tan gran filósofo, se engañó en esta parte, para cuya inteligencia será bien decir en qué procedió bien con su discurso, y en qué vino a errar. Disputando pues, el filósofo del viento Ábrego o Sur, si hemos de entender que nace del Mediodía o no, sino del otro polo contrario al Norte, escribe en esta manera: "La razón nos enseña que la latitud y ancho de la tierra que se habita, tiene sus límites; pero no puede toda esta tierra habitable continuarse entre sí, por no ser templado el medio. Porque cierto es que en su longitud, que es de Oriente a Poniente, no tiene exceso de frío ni de calor, pero tiénele en su latitud, que es del polo a la línea equinocial, y así podía sin duda andarse toda la tierra en torno por su longitud si no lo estorbase en algunas partes la grandeza del mar que la ataja." Hasta aquí no hay más que pedir en lo que dice Aristóteles, y tiene gran razón en que la tierra, por su longitud, que es de Oriente a Poniente, corre con más igualdad y más acomodada a la vida y habitación humana, que por su latitud, que es del Norte al Mediodía; y esto pasa así no sólo por la razón que toca Aristóteles de haber la misma templanza del cielo de Oriente a Poniente, pues dista siempre igualmente del frío del Norte y del calor del Mediodía, sino por otra razón también; porque yendo en longitud, siempre hay días y noches sucesivamente, lo cual yendo en latitud no puede ser, pues se ha de llegar forzoso a aquella región polar donde hay una parte del año, noche continuada que dure seis meses, lo cual para la vida humana es de grandísimo inconveniente. Pasa más adelante el filósofo reprendiendo a los geógrafos que describían la tierra en su tiempo, y dice así: "Lo que he dicho se puede bien advertir en los caminos que hacen por tierra y en las navegaciones de mar, pues hay gran diferencia de su longitud a su latitud, porque el espacio que hay desde las columnas de Hércules, que es Gibraltar, hasta la India Oriental, excede en proporción más que de cinco a tres el espacio que hay de Etiopía hasta la laguna Meotis y últimos fines de los Scitas y esto consta por la cuenta de jornadas y de navegación cuanto se ha podido hasta agora con la experiencia alcanzar; y tenemos noticia de la latitud que hay de la tórrida habitable hasta las partes de ella que no se habitan." En esto se le debe perdonar a Aristóteles, pues en su tiempo no se había descubierto más de la Etiopía primera, que llaman exterior y cae junto a la Arabia y África. La otra Etiopía interior no la supieron en su tiempo ni tuvieron noticia de aquella inmensa tierra que cae donde son ahora las tierras del Preste Joan, y mucho menos toda la demás tierra que cae debajo de la equinocial y va corriendo hasta pasar el trópico de Capricornio y para en el Cabo de Buena Esperanza, tan conocido y famoso por la navegación de los portugueses. Desde el cual cabo, si se mide la tierra hasta pasada la Scitia y Tartaria, no hay duda sino que esta latitud y espacio será tan grande como la longitud y espacio que hay desde Gibraltar hasta la India Oriental. Es cosa llana que los antiguos ignoraron los principios del Nilo y lo último de la Etiopía, y por eso Lucano reprende la curiosidad de Julio César en querer inquirir el principio del Nilo, y dice en su verso: ¿Qué tienes tú, Romano, que ponerte a inquirir del Nilo el nacimiento? Y el mismo poeta, hablando con el propio Nilo, dice: Pues es tu nacimiento tan oculto que ignora el mundo todo cuyo seas. Mas conforme a la Sagrada Escritura bien se entiende que sea habitable aquella tierra, pues de otra suerte no dijera el profeta Sophonias, hablando de la vocación al Evangelio de aquellas gentes: "De más allá de los ríos de Etiopía me traerán presentes los hijos de mis esparcidos", que así llama a los apóstoles. Pero como está dicho, justo es perdonar al filósofo, por haber creído a los historiadores y cosmógrafos de su tiempo. Examinemos agora lo que sigue. "La una parte (dice) del mundo, que es Septentrional, puesta al Norte, pasada la zona templada, es inhabitable por el frío excesivo; la otra parte, que está al Mediodía, también es inhabitable en pasando del trópico, por el excesivo calor. Mas las partes del mundo que corren pasada la India de una banda, y pasadas las columnas de Hércules de otra, cierto es que no se juntan entre sí por atajarlas el gran mar Océano." En esto postrero, dice mucha verdad; pero añade luego: "Por cuanto a la otra parte del mundo es necesario que la tierra tenga la misma proporción con su polo Antártico, que tiene esta nuestra parte habitable con el suyo, que es Norte." No hay duda sino que en todo ha de proceder el otro mundo como este de acá en todas las demás cosas, y especialmente en el nacimiento y orden de los vientos; y después de decir otras razones que no hacen a nuestro caso, concluye Aristóteles diciendo: "Forzoso hemos de conceder que el Ábrego es aquel viento que sopla de la región que se abrasa de calor, y la tal región, por tener tan cercano al sol, carece de aguas y de pastos." Este es el parecer de Aristóteles, y cierto que apenas pudo alcanzar más la conjetura humana. De donde vengo, cuando lo pienso cristianamente, a advertir muchas veces cuán flaca y corta sea la filosofía de los sabios de este siglo en las cosas divinas, pues aun en las humanas donde tanto les parece que saben, a veces tampoco aciertan. Siente Aristóteles y afirma que la tierra que está a este polo del Sur, habitable es según su longitud grandísima, que es de Oriente a Poniente y que según su latitud, que es desde el polo del Sur hasta la equinocial, es cortísima. Esto es tan al revés de la verdad que cuasi toda la habitación que hay a esta banda del polo Antártico, es según la latitud; quiero decir del Polo a la línea; y por la longitud, que es de Oriente a Poniente, es tan pequeña que excede y sobrepuja la latitud a la longitud en este Nuevo Orbe, tanto como diez exceden a tres, y aún más. Lo otro, que afirma ser del todo inhabitable la región media, que llaman Tórridazona, por el excesivo calor causado de la vecindad del sol, y por esta causa carecer de aguas y pastos, esto todo pasa al revés, porque la mayor parte de este Nuevo Mundo, y muy poblada de hombres y animales, está entre los dos trópicos en la misma Tórridazona, y de pastos y aguas es la región más abundante de cuantas tiene el mundo universo, y por la mayor parte es región muy templada, para que se vea que aun en esto natural, hizo Dios necia la sabiduría de este siglo. En conclusión la Tórridazona es habitable y se habita copiosísimamente cuanto quiera que los antiguos lo tengan por imposible. Mas la otra zona o región que cae entre la Tórrida y la Polar, al Sur, aunque por su sitio sea muy cómoda para la vida humana, pero son muy pocos los que habitan en ella, pues apenas se sabe de otra sino del reino de Chile y un pedazo cerca del Cabo de Buena Esperanza. Lo demás tiénelo ocupado el mar Océano. Aunque hay muchos que tienen por opinión, y de mí confieso que no estoy lejos de su parecer que hay mucha más tierra que no está descubierta, y que ésta ha de ser tierra firme opuesta a la tierra de Chile que vaya corriendo al Sur, pasado el círculo o Trópico de Capricornio; y si la hay, sin duda es tierra de excelente condición, por estar en medio de los dos extremos y en el mismo puesto, que lo mejor de Europa. Y cuanto a esto, bien atinada anduvo la conjetura de Aristóteles; pero hablando de lo que hasta agora está descubierto, lo que hay en aquel puesto es muy poca tierra habiendo en la Tórrida muchísima y muy habitada.